En la actualidad, la mujer está presente en el mundo del deporte en casi todas las especialidades, pero no siempre ha sido así, ya que se ha tratado de un espacio, como muchos otros, donde los hombres han sido los protagonistas. Es más, todavía hay países donde a las mujeres no se les permite, o se ejerce algún tipo de presión para que no lo hagan, ejercitarse y participar en actividades de índole deportiva.
Son muchas las barreras que tuvieron que superar las “pioneras”, de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, para que ahora podamos estar presentes en las competiciones que se celebran tanto a nivel internacional como a niveles más locales en la mayoría de los países. Los conocidísimos y celebrados Juegos Olímpicos, son un ejemplo de esas barreras. En 1900, en los Juegos de París, pudieron participar por primera vez las mujeres. Lo hicieron once (junto a 1319 hombres), y solamente en categorías como golf y tenis, y cuatro años después en tiro con arco.
El francés Pierre de Coubertin, creador de lo Juegos Olímpicos modernos, tenía una visión del papel de las mujeres en esta celebración muy alejado del que, afortunadamente se tiene hoy. Él creía firmemente que debía limitarse a coronar a vencedores, y se encargó de defenderlo hasta su muerte con manifestaciones del tipo:
El francés Pierre de Coubertin, creador de lo Juegos Olímpicos modernos, tenía una visión del papel de las mujeres en esta celebración muy alejado del que, afortunadamente se tiene hoy. Él creía firmemente que debía limitarse a coronar a vencedores, y se encargó de defenderlo hasta su muerte con manifestaciones del tipo:
Si los deportes femeninos fuesen cuidadosamente separados de la variante espectáculo, no habría ninguna razón para prohibirlos. Ya veremos que pasa. Quizás las mujeres se darán cuenta, rápidamente, de que esta tentativa no beneficia a su encanto ni a su salud, sin embargo, lo que sí tiene interés es que la esposa participe con amplitud en los placeres deportivos de su marido, incluso que dirija de forma inteligente la educación deportiva de sus hijos. Una Olimpiada femenina sería impracticable, inestética e incorrecta” 1912
Gracias al trabajo de mujeres como Alice Milliat se creó en 1921 la Federación Internacional Deportiva Femenina (FIDF). Esta Federación organizó unos Juegos Mundiales Femeninos en París en 1922 y en Goteborg en 1926. Esto contribuyó a que el Comité Olímpico Internacional decidiera abrir sus puertas a las mujeres en algunas pruebas, aunque poniendo muchas trabas a lo largo de las siguientes celebraciones olímpicas.
Desgraciadamente, la controversia levantada tuvo como efecto que las mujeres tardaran 32 años en volver a disputar una carrera de 800 metros olímpicos. La maratón femenina no llegó hasta 1984 en los JJOO de los Ángeles.
A pesar de ello, los Juegos Mundiales Femeninos se volvieron a celebrar en Praga en 1930 y en Londres en 1934. Finalmente el COI claudico, la FIDF se disolvió en 1938 y las mujeres pudieron ir ganando protagonismo con el paso del tiempo.
En 1928 en Ámsterdam, los JJOO contaron con una participación femenina de casi el 10 por ciento, pero el crecimiento no empezó a verse hasta 1976 con un 20 por ciento. A partir de aquí, la participación de mujeres fue del 25 por ciento en 1988 y el 35 por ciento en Atlanta. La progresión ha seguido, y en los juegos de Atenas de 2004 y en los de Beijing 2008, ha sido del 40 y 45 por ciento respectivamente.
Estas cifras, aunque buenas, no nos deben hacer olvidar que todavía hay mucho que avanzar en la lucha por la no discriminación de la mujer en el deporte, y en concreto en los JJOO.
La Carta Olímpica estipula que “toda forma de discriminación con respecto a un país o una persona, ya sea por razones raciales, religiosas, políticas, sexo u otras es incompatible con la pertenencia al Movimiento Olímpico”. Pese a ello, 26 países no incluyeron a ninguna mujer en sus delegaciones en los Juegos de Atlanta, en Barcelona, 35 fueron las que tampoco lo hicieron, en Sydney 9 y en Atenas 6.
La discriminación continua hoy en día, y no sólo a nivel participativo, sino a nivel de organización, las mujeres miembros del COI siguen siendo una cifra muy reducida respecto a la cifra masculina. A esto hay que añadir el salario y las primas que reciben las mujeres deportistas, en muchos casos claramente inferior al de los hombres, y la difusión que los medios de comunicación hace de la participación de las atletas, reducida, a veces omitida, y otras salpicada de tintes sexistas donde se cuestiona antes su belleza que sus méritos y logros deportivos.
Y aunque los avances no deben conformarnos, sí que también debemos alegrarnos y celebrarlos, por lo que suponen y por el esfuerzo invertido desde hace muchos años.
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